13 mayo 2006

Reto

La luz de la infancia, los colores, los olores, las percepciones todas... no se repiten. Todos los recuerdos frescos de la infancia se ajan con los años. Tuvimos entonces una capacidad de observación que fue libre pero que con el tiempo se nos domesticó. La educación fue el nombre del proceso. Ella nos amoldó al entorno y nos retiró de ese proceso salvaje que es la libre observación, esa que se hace sin criterios y sin filtros, al buen tuntún.
La educación nos ha integrado en el común pensar, nos ha incluido en la ola poderosa del pensamiento dominante, en pocas palabras, si nos dejamos hacer, o a poco que lo hagamos, nos convierte en “hombres de bien”, o sea, en exiliados de nosotros mismos, en sucedáneos del hombre libre... Eso sí, nos lleva junto a los políticos, los religiosos, los gobernantes, los hombres de empresa... los ortodoxos... (no sé como llamar a toda esa gente en conjunto y luego dicen que nuestro léxico es rico).
El idioma tiene que crecer continuamente, el pensamiento se lo demanda, pero por otro lado el pensamiento se crea a la medida de los que deciden, esa es la idea y la contradicción. La vieja expresión “Hay que hacer las cosas como Dios manda” lo dice todo. Existe un pensamiento dominante y, fuera de él, todo es radicamente cuestionable y cuestionado en cuanto atenta contra esa ortodoxia universalmente aceptada de un modo tácito. Vivimos instalados en un tipo de pensamiento muy limitado, remora de los intereses de unos pocos. Los humanos no podemos permanecer mucho tiempo más con una capacidad de pensamiento tan encauzada y voluntariamente limitada. Nuestra mente da para más. Somos creadores. Esa es la raíz de nuestra problemática existencia. Ese es el reto.
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