26 septiembre 2006

Vergüenza ajena





En general no me gustó su poco entusiasmo por Europa, ni su liderazgo malencarado y amenazador, ni su entusiasmo por la guerra de Irak, ni su foto de las Azores, ni el interés por endosar a ETA las consecuencias de sus propios despropósitos, ni su empeño en perseverar en la negación de lo evidente, ni ese aire de perdonavidas de bolsillo, ni ese patriotismo inventado de los hombres de bien... Sin embargo, ahora, con el ejercicio del premio amigo de su magisterio en los USA, no ofenden ya a mi gusto sino a mi sentido de la vergüenza el contenido de sus discursos. El mundo, finalmente ha sabido, que ningún musulman le ha pedido perdón por conquistar España y estar aquí ocho siglos. Con semejante lección de historia no me extrañaría que se le abrieran las puertas de más universidades a esta luz del mundo. Quedó claro, nuestro eminente político tiene más motivos que nadie para estar en guerra con el mundo islámico. ¡Qué Isabel y Fernando le ayuden a vencer al moro infiel y a perseverar en el camino que nunca abandonó! ¡Por el Imperio hacia Dios!
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