13 septiembre 2009

Mesonera


Es su táctica. Siempre tiene a mano una excusa para acercarse a los clientes y entrar con delicadeza, pero familiarmente, en el cara a cara. Aunque es su forma de trabajo, nunca le faltará un pretexto: que ha olvidado poner en una nota los distintos platos del menú del día o que, éstos, presentaban alguna variación, o que, además de los que hay anotados, hay de esto y de lo otro, o para disculparse porque ese día no tiene servilletas de tela por un fallo en la lavandería o para sugerir que pidas el vino de la casa que sale muy bien de todo…El asunto es que, siempre, se las ingenia para explicar personalmente a los clientes lo que pueden comer, de qué se compone cada plato y cómo está cocinado. Jamás deja al cliente desvalido frente a la fría lista plastificada de los platos del día. Eso nunca. De hecho, es como si se hiciera con las mesas enteras de comensales, captara su atención y, sobre todo, supiera captar su confianza, y terminaran todos comiendo lo que ella dijera pero, eso sí, sin que ninguno se percate de ello. Es una encantadora de clientes. A ellos les gusta que les diga lo que pueden comer y ella, con toda calma, les dice lo que van a comer. Todos contentos.
Clara, la del Serbal, es una mujer madura, ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni gorda ni delgada, ni rubia ni morena pero que posee unos grandes ojos de mirada franca y directa con los que saber mirar sin embarazo a los clientes y, con suma amabilidad, trasmitirles la confianza y la familiaridad que desea que reine en su negocio. Educada, amable y sencilla es un ama recitadora de mesón antiguo, puesto al día, que sabe vender muy bien su mercancía. Conoce el valor que sigue teniendo el trato directo en esta época impersonal del Internet. Aún quedan ejemplares de esta fauna. A los dos días de ir por allí, si te ha gustado la cocina, te parecerá que vas a comer a casa de alguna tía. Es una fidelización a la antigua lo que Clara practica. Y sigue siendo una mesonera que coloca los platos del día a su conveniencia aunque, en nuestros días, éstos se vistan con nombres de exóticas delicadezas cuyos apelativos extraños y hasta extranjeros, por inútiles e innecesarios que parezcan, revalorizan el precio de los platos de un modo acorde a la pedantería.
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