09 mayo 2011

A qué carta quedarse


Hay veces, cuando uno contesta a ciertas cartas, que teme desvencijar con la acidez de sus palabras a quien amablemente te escribió. En esos casos, unas veces, se opta por la cortesía y se devuelven letras amables que, sin decir mentira, eluden el profundizar en los asuntos y, bajo una forma bella, nada dicen más que lo evidente; otras veces, uno se lanza a decir lo que piensa, como si hubiera perdido el pudor y no temiera mostrar sus vergüenzas. Es, en el segundo de los casos, cuando sobreviene ese miedo a perder los afectos que se consiguieron con los años o, quién sabe, si tal vez con todos aquellos comentarios morigerados, sensatos y discretos. Y se teme también, no sólo a desacreditarse, sino además a herir a quien uno dirige sus palabras, a hacerle daño, a desnudarle a la fuerza de sus vestiduras mentales al tiempo que tú te has desnudado desvergonzadamente de las tuyas, a demoler sus principios con el escepticismo de tus comentarios, olvidando que todos nos agarramos a algo para seguir viviendo y que, hay momentos, en que preferimos una estructura de mentiras a no tener ninguna en que apoyarnos.
Igual nos pasa cada día, cuando intentamos comentar los comentarios. Que no sabemos a qué carta quedarnos.

2 comentarios:

Sara dijo...

Por favor, Soros, no tengas tanto "miedo" a comentar los comentarios. Eres una persona interesantísima, y nos gustaría (hablo por mí) que, amablemente y aunque fuera un poco, "entrases al trapo" de polemizar con los comentarios... Pero solo si tú quieres.

Besos.

Soros dijo...

No sé con qué comentarios quieres que polemice. Suelo contestar a todos pero, en general, no están muy en desacuerdo con lo que digo.
Bueno, alguna vez me han mandado a tomar viento pero a eso uno que escriba debe estar acostumbrado.
Gracias y un beso.