15 mayo 2011

Sin complejos

Soy feliz, a quién le cabe duda. Carezco de complejos. Tengo coches potentes, de alta gama, con nombre de mujer, reina de España, y utilitarios para la casa, y un Range Rover para cazar y, como es obligado, yate y velero en puerto de mar.
El trabajar es mi deleite, siempre lo he dicho, que yo al trabajo todo le debo y que, ante él, nunca me arredro. Soy muy humano, soy democrático y dicharachero y, como el rey, voy por ahí sin usar el dinero. ¡Qué ordinariez tocar el cash!
Vivo en palacios con servidumbre, mantenimiento y seguridad. Tengo adosados y pareados, y otros inmuebles desubicados. Y tengo pisos y apartamentos para que inviertan los allegados. Y mis acciones bajan y suben cuando es preciso, que viene a ser  a  mi voluntad.
Y en casa tengo, como mucamas, seis filipinas y dos rumanas y un jardinero que es marroquí. Para los coches tengo un buen chofer, en este caso, de Chamberí.
Y los partidos, sin distinción, siempre se ufanan de mi tutela y de mi tesón. Soy un ser mixto, un hombre entero, muy progresista y conservador. Un ser completo, alguien versátil, un buen amigo y gran asesor, un pilar siempre abierto e indispensable para la camarilla del vencedor.
Y de mis hijos vivo pendiente aunque sufriendo siempre su lejanía, porque los pobres estudian fuera, alternado la instrucción USA con la europea. Y venga másteres aquí y allá que, entre nosotros, no es nada fácil ni agradecido buscar el bien de la Humanidad.
Tengo piscina, gimnasio, pista de tenis, sala de padel y hasta aquaplash, monitor de defensa, asesor físico, dos asistentes y también masajista profesional.
Tener tanto dinero es repugnante, aunque en mi caso, yo no he dejado nunca de ser el de antes. ¡Faltaba más! Porque, en el fondo, soy un hombre sencillo, de gustos simples, un tipo campechano super normal.
Casi todos los días arriesgo por la comida creativa, vaya un tostón, y todo es de diseño y muy vanguardista en el mobiliario de mi mansión. Hay veces que me aburre tanta belleza y le pido a mi chofer que me de una vueltecita por algún barrio como Vallecas. Y es para mí fuente de envidia y de relax el ver cómo disfruta de la vida la gente normal.
Gracias a mi señora, que es liberal, me prodigo en más fiestas de lo normal. Y siendo, como soy, muy paternal, apadrino a más gente de lo habitual.
Y doy trabajo, y soy genial, y todo en mi vida es ideal. Gracias a ello mis pequeños deslices se me perdonan y se da por sentado que, a un hombre tal, no deben censurársele minucias de faldas u olvidos de impuestos o pequeñas querellas que vienen y van y, mucho menos, tocarle las narices por las cosillas de lo fiscal. Porque soy empresario empresarial.
Todos me invitan y me jalean y, a mis espaldas, al yo pasar, escucho con orgullo sus comentarios: "Ahí lo tenéis, no lo parece, pero es un redentor, es casi un mártir. No lo merece la sociedad."

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